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Errores frecuentes en la toma de antibióticos

Los antibióticos son un recurso precioso de la medicina. Sin embargo, utilizarlos mal puede poner en peligro tu salud y la de los que te rodean. La resistencia a los antibióticos es un problema de salud pública del que todos en parte somos responsables, pero que también podemos solucionar entre todos.

Estos son los cinco erroes que hay que evitar:

Usar antibióticos para tratar una infección vírica. Aunque tengas un «catarrazo», aunque «se te agarre al pecho», puede que el remedio no sea un antibiótico. Los antibióticos sólo deben utilizarse para tratar infecciones por bacterias, como la cistitis, nunca para las infecciones por virus, como los resfriados comunes o la gripe. Aunque otras veces hayas tomado un antibiótico pra curar los mismo síntomas que tienes ahora, sólo el médico dispone de información suficiente para determinar si tu infección es vírica o bacteriana; por lo tanto, le corresponde a él decidir se te conviene tomar antibiótico y cuál es el antibiótico adecuado.

No cumplir el tratamiento. Quizá ya estés bien, pero de todos modos has de acabar el tratamiento tal y como te indicó el médico, tomando cada dosis a la hora que toca. De no hacerlo, corres el riesgo de que las bacterias no se eliminen del todo y sigan reproduciéndose, con el peligro añadido de que , tras haber sobrevivido a un primer contacto con el antibiótico, se hayan vuelto resistentes. Si ocurre esto, el antibiótico que has tomado ya no será aficaz y la infección tal vez sea más grave. Además, estarás contribuyendo a la proliferación de bacterias resistentes en tu familia, tu comunidad, etc.

Los antibióticos son un bien común, y es responsabilidad de todos mantener su utilidad.

La automedicación. Puede que los tengas en casa, que te los dé el vecino, o incluso que te los vendan en la farmacia, pero nunca tomes antibióticos sin preguntar al médico.

Automedicarse es utilizar antibióticos que te han sobrado de un tratamiento anterior o comprarlos sin receta. También es un error dárselos a otras personas. Si te han sobrado pastillas o cápsulas, pregúntale a tu farmacéutico la mejor manera de deshacerte de ellas.

Prolongar el tratamiento por cuenta propia. Como todos los medicamentos, los antibióticos pueden terner efectos secundarios. Los médicos los conocen y saben cómo reducir la probabilidad de que se produzcan. Por ejemplo, si tomas mucho antibiótico puede que elimines bacterias beneficiosas que hay en el tubo digestivo, el aparato genital y urinario o la piel, y que aparezcan problemas como la diarrea o el crecimiento de hongos. Por otro lado, sin has acabado el tratamiento y todavía no te encuentras bien, es posible que seguir tomando el mismo antibiótico no sirva de nada; acude al médico para que decida si es necesario cambiarlo.

Olvidar las medidad preventivas. Adoptando hábitos saludables reducirás la probabilidad de sufrir una infección bacteriana y la frecuencia con que tengas que usar los antibióticos; por ejemplo, es recomendable lavarse las manos antes de comer, mantener una buena higiene bucal, conservar y cocinar bien los alimentos y tener relaciones sexuales seguras.